Cómo percibe Irán el ascenso de Turquía en el Cáucaso Meridional

Para el estamento político iraní, los movimientos de Azerbaiyán para reforzar sus posiciones geopolíticas tras la recuperación del control sobre Nagorno-Karabaj no están motivados principalmente por su fuerza, sino más bien influidos de forma significativa por los crecientes intereses estratégicos de Turquía y su política multivectorial en el Cáucaso Meridional y, en general, en Eurasia.

Christofer Cerón
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Artículo escrito por Vali Golmohammadi y Sergey M. Markedonov.

Publicado el 01/01/2024. Visite el artículo original para posibles actualizaciones.

A medida que el panorama geopolítico del Cáucaso Meridional sigue evolucionando, múltiples intereses divergentes aportan a una nueva dinámica a las relaciones turco-iraní. Este articulo explora los cambios de percepción de Irán sobre el Cáucaso Meridional en general y el asertivo activismo geopolítico turco en la región en particular.

Los autores argumentan que, dado el incremento de la influencia de Turquía en el Cáucaso Meridional y el decrecimiento de la huella iraní en la región, la geopolítica actual y la tendencia geoeconómica son susceptibles de generar más conflictos en la rivalidad regional entre Turquía e Irán. Teherán es aprensivo de varias inseguridades clave derivadas del creciente activismo de Ankara en el Cáucaso Meridional. Aparte del descuerdo histórico entre Irán y Turquía sobre el conflicto Armenio-Azerí, el corredor Este-Oeste y el Panturquismo en una perspectiva amplia, Teherán percibe los acontecimientos subyacentes en la región como parte del “complot geopolítico” de Occidente para contener a Irán, donde Turquía juega un rol estratégico. Consecuentemente, el Cáucaso Meridional se está convirtiendo cada vez más en una fuente adicional de confrontación regional entre Irán y Turquía.


En medio del cambio sistemático de poder en el contexto global y regional, las potencias regionales han comenzado a reevaluar su posición internacional (Ikenberry, 2018, p.13). Específicamente, el cambio en las estructuras de poder a nivel regional ha pavimentado la vía para que Turquía e Irán se embarquen en un compromiso regional proactivo (Mousavi Shafaee and Golmohammadi, 2022, p.63). En la última década, Ankara ha avanzado significativamente en su activismo regional desde el Levante y el Mediterráneo Oriental al Norte de África y desde el Golfo Persa hacía, más recientemente, el Cáucaso Sur. Al mismo tiempo Teherán ha estado expandiendo su esfera de influencia a través del Gran Oriente Próximo (y más recientemente, en la zona norte. Esta tendencia paralela ha creado áreas de interés coincidentes para Turquía e Irán, y una incomoda rivalidad que se extiende por todo el vecindario. Mientras Ankara y Teherán han intentado resolver sus prolongados desacuerdos sobre el Gran Oriente Medio, el Cáucaso Meridional se ha convertido en una nueva arena para confrontaciones geopolíticas entre estas dos potencias regionales con historia imperial.

En los años recientes, el statu quo postsoviético en el Cáucaso Meridional se ha visto seriamente cuestionado, mientras que aún no se ha establecido un orden alternativo. Aparte de las incertidumbres, el incipiente atolladero del Cáucaso Sur implica un cierto protagonismo reciente de los actores regionales y una mayor dinámica específica de la región en la reordenación de la misma. La inminente implicación de esta tendencia es la regionalización de los mecanismos de cooperación y los mecanismos de competencia utilizados para configurar la cambiante geopolítica del Cáucaso Meridional, en donde la creciente influencia de Turquía e Israel en alianza con Azerbaiyán ha aumentado las preocupaciones estratégicas de Irán.

Tras la Segunda Guerra del Nagorno-Karabaj de 2020, las realidades geopolíticas emergentes han obligado a Irán a empezar a revisar su convencional política de neutralidad en el Cáucaso Meridional. Sin embargo, Teherán aún no ha adoptado ninguna estrategia hacia el regionalismo activo y su reacción ante la dinámica evolución del Cáucaso Meridional está influida principalmente por sus preocupaciones de seguridad interna (Golmohammadi y Azizi, 2022, p.308). La tregua de 2020 acordado entre Ereván y Bakú con la intervención activa de Rusia y Turquía revelo la debilidad iraní en la configuración de la geopolítica del Cáucaso Meridional. Mientras Turquía y Rusia activamente impulsaron iniciativas diplomático-militares para configurar los resultados de la Segunda Guerra del Nagorno-Karabaj (Isachenko, 2020), Irán fue marginado en el gran juego de la región. La ofensiva azerí en Nagorno-Karabaj de septiembre 2023 vino como una manifestación vivida del fortalecimiento de su posición geopolítica en el Cáucaso Meridional, como también la consolidación del tándem estratégico Ankara-Bakú.

Fuente: BBC.

Esto ha hecho que Teherán desconfíe aún más de cualquier iniciativa rival y ha intensificado su percepción de amenaza hacia plataformas alternativas de resolución de conflictos regionales.

Una breve revisión de la literatura sobre el regionalismo de Irán en el Cáucaso Meridional y la rivalidad regional Turquía-Irán muestra una variedad de enfoques. Mientras que algunos investigadores destacan los factores geopolíticos y de seguridad en el activismo regional de Irán (Dehghani Firuzabadi, 2010; Heiran-Nia y Monshipouri, 202; Sinkaya, 2012), otros hacen hincapié en la naturaleza ideológica de su compromiso en las regiones vecinas (Kamrava, 2016; Hakin y Jafari Valdani, 2016). Asimismo, la literatura existente explica en gran medida la rivalidad entre Irán y Turquía en la región dentro del paradigma de la seguridad, centrándose en su competencia geopolítica (Özcan y Özdamar, 2010; Akbarzadeh y Barry, 2017). Al ser los dos mayores actores de la región, tanto Irán como Turquía tienen ambiciones geopolíticas que van mucho más allá de sus fronteras. En consecuencia, la competencia entre Turquía e Irán en el Cáucaso Meridional ha estado sujeta a cambios frecuentes durante décadas, oscilando entre la cooperación pragmática y la rivalidad incomoda. En los últimos años, los académicos también han señalado importantes desacuerdos en sus relaciones debido a enfoques etnopolíticos divergentes (Ayatollahi Tabaar, 2023; Avdaliani, 2022). A pesar de sus contribuciones, estos estudios tienden a ofrecer una visión instantánea de la rivalidad entre Turquía e Irán en el Cáucaso Meridional, pero no llegan a ofrecer un análisis exhaustivo de por qué y cómo evolucionó la percepción de Irán hacia el regionalismo activo de Turquía.

En cambio, este artículo pretende explorar las cambiantes percepciones iraníes hacia el Cáucaso Meridional durante el periodo comprendido entre la guerra azerí-armenia de 2020, que había sentado las bases para un importante cambio geopolítico en la región, y la ofensiva de Azerbaiyán de 2023 en Nagorno-Karabaj, haciendo especial hincapié en si impacto sobre los acontecimientos en el Cáucaso Meridional y el asertivo activismo regional de Turquía en la región. Para el estamento político iraní, los movimientos de Azerbaiyán para reforzar sus posiciones geopolíticas tras la recuperación del control sobre Nagorno-Karabaj no están motivados principalmente por su fuerza, sino más bien influidos de forma significativa por los crecientes intereses estratégicos de Turquía y su política multivectorial en el Cáucaso Meridional y, en general, en Eurasia. En un panorama más amplio, Irán considera que los acontecimientos subyacentes en la región forman parte del “complot geopolítico” de las potencias occidentales para contener a Irán y Rusia, en el que Turquía desempeña un papel estratégico (Velayati, 2023). El documento argumenta que, aparte de la visión estratégica viable de Turquía y sus motivos para ampliar su compromiso en la región, la creciente percepción de amenaza por parte de Irán hacia las inciertas intenciones de Turquía y las consecuencias inmediatas de dicha percepción plantean el riesgo de conflicto entre las dos potencias en la cambiante geopolítica del Cáucaso Meridional.

¿Cuándo perciben los Estados las Amenazas?

Esta sección teórica analiza cómo los factores ideológicos y materiales influyen en la percepción de las amenazas y en las decisiones de política exterior de los Estados. En un conflicto internacional, los Estados perciben una amenaza cuando llegan a la conclusión de que su seguridad, integridad territorial e intereses económicos se ven amenazados por la participación activa de otros Estados. La multiplicidad de factores que influyen en la percepción de la amenaza por parte de un Estado refleja la variedad de concepciones adoptadas por los estudiosos de las relaciones internacionales. Mientras que la escuela de pensamiento realista (Walt, 1987, p.24) da más peso a los factores materiales y al desequilibrio de poder a la hora de evaluar la percepción de la amenaza, los constructivistas (Stein, 2013) destacan el papel de los factores ideacionales en las percepciones de inseguridad de los Estados.

También hay estudiosos que tienen en cuenta tanto las fuerzas ideológicas como las materiales (Cohen, 1978; Darwich, 2015). Al examinar seis estudios de casos de relaciones conflictivas entre Estados, Raymond Cohen (1987, pp. 70-74) concluye que existen dos dimensiones muy diferentes de las amenazas: la activa y la pasiva, y que esta última influye significativamente en las relaciones de las partes. Para Cohen, la vulnerabilidad internacional de un Estado y las consideraciones políticas internas desempeñan ocasionalmente un papel más importante en la percepción de las amenazas pasivas, especialmente en una situación de crisis.

Al distinguir entre amenazas y amenazas percibidas, Cohen sugiere una definición inclusiva y polifacética de la percepción de amenazas: “La percepción de la amenaza es la variable decisiva que interviene entre la acción y la reacción en una crisis internacional. Cuando no se percibe una amenaza, incluso ante pruebas objetivas, no puede haber movilización de recursos defensivos. A la inversa, puede percibirse una amenaza, y adoptarse contramedidas, incluso cuando el adversario no posee intenciones maliciosas” (1987, p.71). Por lo tanto, la percepción de la amenaza por parte de un Estado implica tanto amenazas activas que emanan de fuentes reales de inseguridad, como amenazas pasivas derivadas de amenazas previstas construidas a través del cálculo cognitivo

May Darwich (2018), también examinando la percepción de la amenaza a través de la lente de los supuestos realistas, ha desarrollado un marco teórico basado en el eclecticismo analítico. Darwich sostiene que la distribución relativa del poder en la búsqueda de la seguridad física y ontológica es la clave para entender cuando y porque los Estados perciben las amenazas (Ibid, pp. 57-64). En los esfuerzos de los Estados por garantizar tanto su identidad como su seguridad física interactúan factores materiales e ideológicos. Asume que la percepción de la amenaza también tiene una dimensión interna, que se genera por la interacción entre grupos internos y está influida por factores históricos, culturales y sociales. El argumento central de Darwich es que dos condiciones principales son especialmente relevantes a la hora de configurar la percepción de amenaza de un Estado: La claridad de la distribución regional del poder y la fluidez de la narrativa de la identidad del régimen.

La distribución relativa del poder proporciona a los lideres una estructura clara para revisar sus opciones políticas con el fin de garantizar la seguridad física del Estado, ya que el equilibrio de poder regional de poder está cambiando a favor de los partidos rivales. Cuando la seguridad ontológica predomina sobre la percepción de la amenaza, un Estado prefiere redefinir sus narrativas identitarias y forzar una nueva distinción YO-OTRO. Esta dimensión de inseguridad ontológica influye negativamente de forma significativa en la dimensión de seguridad física y, por tanto, reinventa las narrativas de un Estado sobre sus amigos y enemigos en la región. Para Darwich (2015, pp. 71-72), estas dos condiciones se refuerzan mutuamente cuando un Estado percibe que su seguridad física está siendo amenazada y, en consecuencia, recurre a la reformulación de sus narrativas identitarias para movilizar recursos destinados a mejorar las medidas para hacer frente a las amenazas percibidas.

Un nuevo (des)orden regional en ciernes

Cumbre Trilateral Irán-Rusia-Turquía de septiembre de 2018 en Teherán.

La Segunda Guerra de Nagorno Karabaj de 2020 supuso una sacudida exógena que alteró el equilibrio de poder regional y las realidades geopolíticas de la región. El significativo giro geopolítico ha provocado importantes cambios en los asuntos regionales del Cáucaso Meridional: un nuevo conflicto territorial, el ascenso de potencias regionales, cambios en los alineamientos, la marginación del papel del Grupo de Minsk de la OSCE en la resolución de conflictos de la región, el declive de la primacía rusa y configuraciones regionales contrapuestas en una región ya de por sí fragmentada. El Cáucaso Meridional, que durante mucho tiempo se ha considerado una “región rota” (Waal. 2021, p-1710), ha pasado de ser un subsistema organizado en torno y contra el acuerdo de seguridad dirigido por Rusia a convertirse en un espacio post-ruso en transformación que acere de mecanismos de integración y equilibrio propios para contener los conflictos regionales.

La ofensiva relámpago de Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj el 19 de septiembre de 2023 y la rapidísima reintegración militar y política de esta región pusieron de manifiesto el rápido cambio del panorama geopolítico en el Cáucaso Sur. Además, con el menor compromiso de Rusia en la resolución del conflicto de Nagorno-Karabaj como resultado de su preocupación por la guerra en Ucrania, la imagen de Rusia como poderoso proveedor de seguridad se vio empañada por sus vecinos caucásicos (Laruelle, 2022). La guerra de Ucrania ha avivado aún más las tensiones entre Azerbaiyán y Armenia, tentando a Bakú a emprender acciones militares ofensivas para ganar más territorio. A medida que las perspectivas de conversaciones de paz respaldadas por Rusia parecían oscuras, los funcionarios armenios criticaban cada vez más la incapacidad de Moscú para apoyar a Armenia mejorando sus capacidades de defensa (Trevelyan, 2022)

La intersección del conflicto ucraniano con la transformación del Cáucaso Meridional tiene al menos dos consecuencias estratégicas para la región. En primer lugar, dado que la política de poder seguirá dominando en el frente ucraniano en un futuro previsible, Rusia y las potencias occidentales son reacias (o incapaces) de construir un acuerdo de seguridad estable en el Cáucaso Sur, (Sadiyev et al. 2021, pp. 284, 287). En segundo lugar, el cambio en la política de poder en la región ha provocado un cambio significativo en las concepciones estratégicas de las potencias regionales y las ha impulsado a reforzar sus apalancamientos diplímatico-militares. A falta de un proyecto de integración viable que desarrolle mecanismos de resolución de conflictos, la creciente competencia entre las potencias locales se está convirtiendo en una fuente adicional de inestabilidad en una región ya de por sí plagada de conflictos.

La interacción entre el conflicto de Karabaj y la guerra de Ucrania ofrece un margen sin precedentes para maniobrar con múltiples potencias regionales aspirantes con intereses altamente rivales y acelerar aún más el fin del statu quo postsoviético en el Cáucaso Meridional. La menguante primacía de Rusia en la región ha beneficiado a otras partes interesadas, principalmente Turquía y China. Mientras que China se está convirtiendo en un importante proveedor de grandes inversiones en infraestructuras en la región, Turquía está adquiriendo un nuevo estatus como posible mediador de paz en el Cáucaso Meridional para promover su posición geoestratégica en toda la región (Laruelle, 2022)

La preocupación de Rusia por la guerra en Ucrania y su consiguiente pasividad forzada en el Cáucaso Sur ha creado un vacío de seguridad en la región. El equilibrio de poder se ha inclinado a favor del nexo azerbaiyano-turco, creando una nueva realidad geopolítica” (Ambrosetti, 2022, p.18). La redistribución del poder y la ruptura del statu quo se han convertido cada vez más en fuente de preocupación entre las partes interesadas de la región, concretamente Irán y Georgia, que no participan directamente en el conflicto, pero no son inmunes a sus inciertas consecuencias. Aunque la cambiante estructura de poder de la región ha dejado más margen a Georgia para maniobrar en su política exterior caucásica frente a Rusia, sin una implicación occidental eficaz, su preocupación también crece en relación con el eje turco-azerbaiyano.

A Teherán le preocupa el tándem emergente Ankara-Bakú, ya que podría debilitar la importancia geoeconómica de Irán en los corredores de tránsito de la región, “a la vez que arrancaría a Irán su salida hacia Armenia, dejándolo cercado por el mundo turco unificado” (Ambrosetti, 2022, pp. 18-20). En una llamada telefónica con el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, el 10 de septiembre de 2023, el presidente iraní, Ebrahim Raisi, dejó claro que Teherán no aceptaría ningún cambio geopolítico en su frontera con Armenia, destacando que Irán, como poderoso vecino de Armenia, estaba dispuesto a desempeñar un papel eficaz en la prevención de cualquier cambio en la geopolítica de la región (Raisi, 2023). Aunque la reciente apertura regional podría proporcionar un nuevo impulso a los caucásicos para remodelar sus propios destinos, también puede provocar oleadas de tensiones regionales, como se ha puesto de manifiesto en las últimas acciones de Azerbaiyán encaminadas a finalizar su reconquista de Nagorno-Karabaj.

Históricamente, la competencia siempre ha sido una característica integral del Cáucaso Meridional. En los últimos años, esta competencia se ha regionalizado más, ya que Rusia, China, Turquía e Irán han intensificado sus esfuerzos por diseñar un nuevo orden en la región sin implicar a potencias extrarregionales. Sin embargo, existe una falta de consenso entre estas influyentes potencias sobre el nuevo mapa geopolítico de la región y los mecanismos de resolución de conflictos. Mientras Rusia se muestra prudente para no sobrevalorar su primacía y aborda la cambiante geopolítica regional de forma realista mediante la gestión de sus relaciones con Irán y, más aún, con Turquía, los desacuerdos entre Ankara y Teherán son cada vez más profundos y pueden desembocar en una rivalidad abierta (Avdaliani, 2022, pp.77-82). Sin embargo, parece que el mapa geopolítico emergente del Cáucaso Meridional estará configurado por las visiones de seguridad, las iniciativas geoeconómicas y las prioridades de política exterior más amplias de Rusia, Irán, Turquía y, hasta cierto punto, China.

Así, el Cáucaso Meridional se ha convertido en un espacio cada vez más dinámico y concurrido en el que considerar la región únicamente en términos de competencia Rusia-Occidente ya no es un argumento integrador (Sadiyev et al., 2021, p. 289). Mientras tanto, la multiplicación de actores influyentes también significa que la región se enfrenta al riesgo de verse aún más fracturada por el compromiso proactivo y los alineamientos divergentes de las potencias locales. El Cáucaso Meridional, ya inestable por la erosión del multilateralismo a escala mundial y cada vez más interconectado con el Gran Oriente Medio y la dinámica del Mar Negro (Cornell, 2020), ha entrado ahora en un periodo de competencia con Rusia, Turquía, Irán y, hasta cierto punto, China.

La extensión de la rivalidad Irán-Turquía al Sur del Cáucaso

El presidente turco le da la mano a su homólogo iraní, Ebrahim Raisi, durante una conferencia de prensa en Teherán, Irán, el 19 de julio de 2022. Fuente: Reuters.

Como parte del espacio postsoviético propensa a los conflictos, el Cáucaso Meridional ha ido adquiriendo una importancia estratégica cada vez mayor tanto para Turquía como para Irán, que aspiran a desempeñar un papel más importante e influir en la remodelación de los acuerdos regionales. Podría decirse que la historia de las relaciones entre Turquía e Irán en el Cáucaso Meridional ha estado marcada por un amplio abanico de factores geopolíticos, geoeconómicos y culturales. Su larga rivalidad en la región se ha visto influida principalmente por la distribución relativa del poder y se define mejor por la dinámica tradicional de equilibrio de poder (Kamrava, 2016, p.18). Tras la Segunda Guerra de Nagorno-Karabaj de 2020, el centro de gravedad geopolítico se ha desplazado de la política de grandes potencias a la política de potencias regionales, en la que Turquía e Irán luchan por un papel central y, potencialmente, incluso desafían la primacía de Rusia en la región. El alcance geográfico de la competencia geopolítica entre Turquía e Irán en el Gran Oriente Medio se ha extendido al Cáucaso Meridional.

Durante la Guerra de Nagorno-Karabaj de 2020, Turquía suministró a Azerbaiyán drones avanzados, entrenó a las fuerzas azeríes, estableció su presencia militar mediante una misión de mantenimiento de la paz (junto con los rusos) en las zonas en conflicto y firmó un tratado inclusivo de alianza estratégica, la llamada Declaración de Shusha (Avdaliani, 2023), para ampliar aún más sus huellas en el cambiante panorama regional. El triunfo militar de Azerbaiyán y la recuperación del territorio, con el activo apoyo diplomático y militar de Ankara, ha alterado el equilibrio de poder regional a favor de Turquía, provocando la profunda indignación de Teherán. La creciente influencia de Ankara y su asociación cada vez más estrecha con Bakú para redibujar el mapa geopolítico del Cáucaso Meridional ha aumentado el malestar de Irán, empujando a Teherán a gestionar el desequilibrio de poder regional emergente poniéndose del lado de Armenia.

A diferencia de Turquía, la influencia y el papel de Irán en el Cáucaso Meridional han disminuido considerablemente. En medio de la redistribución del poder relativo en la región, Teherán intentó reajustar su enfoque regional, pero su política exterior sigue careciendo de iniciativas viables de participación activa. Varios factores han contribuido a limitar el papel activo de Irán en el Cáucaso Sur. En primer lugar, su enfoque hacia el Cáucaso Sur ha sido durante mucho tiempo pasivo y orientado a la seguridad (Koolaee y Hafezian, 2010, p. 398). En ello han influido principalmente la prolongada hostilidad de Washington hacia Teherán y las sanciones internacionales impuestas a Irán, que han convertido el Cáucaso Meridional, al igual que otras regiones vecinas, en un espacio de aislamiento de Irán (Atai, 2012, p. 127)

En segundo lugar, desde el 11-S, el duradero apego ideológico y de seguridad de Irán a Oriente Medio árabe se ha traducido en graves limitaciones de recursos para desempeñar un papel activo en el Cáucaso Meridional. En tercer lugar, el apego cultural y religioso de Irán a los caucásicos no se ha utilizado para crear un terreno fértil para fomentar las relaciones bilaterales. Por el contrario, se ha convertido en una fuente de divergencias y un factor que contribuye al dilema de la seguridad, como demuestra la sospecha de Bakú sobre las conexiones entre Irán y los clérigos chiíes de Azerbaiyán (Majidi y Zahmatkesh, 2013, p.132). La centralidad de las consideraciones geopolíticas y de seguridad y la atención permanente a Oriente Medio han marginado al Cáucaso Sur de la política regional iraní.

Las preocupaciones geopolíticas de Irán en materia de seguridad

En la era postsoviética, la política regional de Irán en el Cáucaso Meridional se ha basado principalmente en consideraciones geopolíticas y de seguridad más que en preferencias ideológicas (Atai, 2012, p.128). En contra de lo que muchos esperan (Özcan y Özdamar, 2010), Irán nunca ha tratado de exportar su Revolución Islámica a Azerbaiyán, de mayoría chií, sino que se ha embarcado en una asociación estratégica con Armenia, de mayoría cristiana (Avdaliani, 2022). A diferencia de su activismo ideológico en Oriente Medio, Irán no ha abordado el Cáucaso Sur como parte de su profundidad estratégica ideológica, sino que ha actuado como un actor que busca la seguridad. Para Irán, el Cáucaso Meridional es una región con un complicado «dilema de seguridad», causado por la implicación de potencias extrarregionales (Dehghani Firuzabadi, 2013, p. 218). Por tanto, Irán lleva mucho tiempo aplicando una política de equilibrio para disuadir las amenazas que supone la implicación de rivales extrarregionales en la región (Golmohammadi y Azizi, 2022, p. 302).

Durante las tres últimas décadas, desde el colapso de la Unión Soviética, las preferencias estratégicas de Irán han sido mantener el statu quo en los conflictos regionales, Nagorno Karabaj en particular, y evitar que la región se convierta en una plataforma de lanzamiento de operaciones antiiraníes iniciadas por Estados Unidos, Turquía o Israel. Para contener y aislar a Irán, Estados Unidos ha hecho todo lo posible por aplicar la política de «Todo sin Irán» (Hakim y Valdani, 2016, p. 38). En la última década, Estados Unidos e Israel han estrechado los lazos de seguridad con las monarquías árabes para mostrar su enemistad compartida hacia Irán en Oriente Medio. A Teherán le preocupa ahora que el triángulo de facto Israel-Turquía-Azerbaiyán esté dando pasos similares en el Cáucaso Meridional. En un artículo para la agencia de noticias Tasnim, Ali Akbar Velayati, asesor principal de política exterior del Líder Supremo de Irán, ha vinculado los recientes acontecimientos en el Cáucaso Meridional con el plan estadounidense de extender la contención de Irán al norte, donde el emergente eje Turquía-Azerbaiyán desempeña un papel de representación (Velayati, 2023).

La percepción de la amenaza de verse rodeado por el bloque árabe-israelí liderado por Estados Unidos en el sur y por un bloque turco-israelí-azerí en el norte ha obligado a Teherán a abandonar su tradicional política de neutralidad en la región (Ayatollahi Tabaar, 2023). Irán ha considerado durante mucho tiempo la implicación activa de Rusia en el Cáucaso Sur como un fuerte amortiguador estratégico frente a la presencia de Estados Unidos y sus aliados en la región. Para Teherán, un mayor compromiso ruso en la región significaba un menor activismo de Estados Unidos, Turquía e Israel. Sin embargo, como Rusia ha tenido que reducir sus compromisos de seguridad en el Cáucaso Meridional a raíz de la crisis de Ucrania, el cálculo de Irán empezó a cambiar, aumentando la percepción de amenaza de la dinámica de seguridad regional (Golmohammadi y Azizi, 2022, p. 294).

Dada la intensificación de los lazos de Bakú con Ankara y Tel Aviv tras la guerra de Nahorno-Karabaj de 2020, Teherán teme que Azerbaiyán se esté convirtiendo en el apoderado de Turquía e Israel. Históricamente, Azerbaiyán siempre ha estado en el epicentro de las disputas geopolíticas entre Irán y Turquía en el sur del Cáucaso. Tras los ataques militares de Azerbaiyán contra territorio armenio en septiembre de 2022 y las posteriores maniobras provocadoras para abrir el corredor de Zanzegur que cruza la frontera entre Armenia e Irán, las relaciones entre Teherán y Bakú empeoraron de forma sin precedentes.

Aunque Teherán apoya desde hace tiempo la devolución de los territorios de Nagorno-Karabaj a Azerbaiyán, también ha reiterado que los territorios soberanos armenios son una línea roja que Azerbaiyán no debe cruzar. En medio de la Guerra de Nagorno-Karabaj de 2020, el Líder Supremo de Irán, Ayatolá Jamenei, subrayó que «todos los territorios de la República de Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj, que han sido ocupados por Armenia, deben ser liberados y devueltos a Azerbaiyán» (Jamanei, 2020). Al mismo tiempo, hizo hincapié en la necesidad de garantizar el respeto por parte de Azerbaiyán de las fronteras internacionales con Armenia.

Irán contempla la dinámica de Nagorno Karabaj desde una perspectiva euroasiática más amplia, considerando que los acontecimientos en el Cáucaso Meridional, en el Gran Oriente Medio, en la zona del Mar Caspio y en Asia Central están interconectados (Amir Abdollahian, 2022). Si bien la regionalización de la resolución del conflicto encaja bien con los intereses de seguridad de Teherán, la relativa independencia de Ankara en los asuntos regionales sigue desconcertando a Teherán: una Turquía menos dependiente de la OTAN está en consonancia con las preferencias geoestratégicas de Irán, pero el asertivo regionalismo multivectorial de Ankara suscita preocupación en Teherán.

Durante la última década, el activismo regional de Turquía ha ido cada vez más acompañado de la militarización de su estrategia de política exterior influida por la ideología del presidente Erdogan: si los turcos aspiran a un papel y una influencia mayores, deben implicarse en los acontecimientos militar y operativamente (Erdogan, 2018). La participación militar-diplomática de Turquía en la Segunda Guerra de Nagorno Karabaj fue, de hecho, una continuación razonable de su activismo asertivo en Siria, Irak, Libia, Chipre y el Mediterráneo oriental (Yeşiltaş, 2020, p. 289). Aunque el regionalismo independiente de Turquía ha provocado crecientes desavenencias con Estados Unidos y la UE, y el distanciamiento de la OTAN, los líderes turcos han aprendido a aprovechar sus logros regionales frente a sus aliados occidentales para gestionar la búsqueda de autonomía estratégica de Ankara (Dalay, 2023).

La dependencia de la fuerza militar en sus actividades regionales en el Cáucaso Sur ha hecho que Turquía se aleje del enfoque de «ni guerra, ni paz» para resolver el conflicto de Nagorno Karabaj (Has, Kaleji y Markedonov, 2020, pp. 2-3). En los últimos años, guiados por el concepto de «una nación, dos Estados», Ankara y Bakú han profundizado sus lazos estratégicos, lo que se ha convertido en un factor extremadamente significativo en la redistribución del poder en la región. Para proyectar su determinación contra el envalentonado eje Turquía-Azerbaiyán, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC) realizó varios ejercicios militares a gran escala en el lado noroccidental del río Aras, que constituye la frontera común entre Azerbaiyán e Irán (Tehran Times, 2022).

Geográficamente, Irán se ve más afectado por los acontecimientos del Cáucaso Meridional que Turquía, Rusia y Georgia. Irán tiene una frontera de 800 kilómetros en la región, lo que le hace vulnerable a posibles conflictos locales. También es el único país adyacente a la zona de conflicto de Nagorno-Karabaj. Esto deja a Irán en una situación delicada: el tradicional equilibrio entre Armenia y Azerbaiyán parece ineficaz, ya que ponerse del lado de Armenia en un intento de reconstruir el equilibrio de poder en la región conlleva más escalada e incertidumbre en las frágiles relaciones de Irán con Azerbaiyán.

Aprensiones de Irán sobre el corredor de Zangezur

Las tensiones entre Teherán y Bakú han aumentado aún más desde que Azerbaiyán solicitó abiertamente una conexión terrestre con su exclave de Najicheván a través de territorio armenio. A Teherán le preocupa que Azerbaiyán pretenda cortar la frontera de Irán con Armenia tomando el control de la franja fronteriza armenia a través de Syunik. En respuesta al plan de Bakú de abrir un corredor azerí este-oeste, el llamado corredor Zangezur, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Amir-Abdollahian, en una ceremonia dedicada a la apertura de un consulado en Kopan, el centro de la región armenia de Syunik, subrayó que «Irán no permitirá el bloqueo de su ruta de conexión con Armenia, y para asegurar ese objetivo la República Islámica de Irán lanzó un juego de guerra en esa región» (Amir Abdollahian, 2022). Inmediatamente después de la concentración militar de Azerbaiyán a lo largo de la frontera con Armenia, en septiembre de 2023, el presidente iraní Raisi envió una delegación militar a Bakú, advirtiéndole de que Teherán se opondría a cualquier intento de cortar el acceso de Irán a Armenia (Raisi, 2023).

Dados los recientes disturbios internos y la creciente presión internacional sobre Irán por proporcionar a Rusia sus aviones no tripulados en la guerra de Ucrania, parece que las autoridades turcas y azeríes han decidido que es el momento adecuado para hacer retroceder a Teherán de su posición en el corredor de Zangezur (Mamedov, 2022). Aparte de ser un corredor azerí este-oeste que cruza la frontera armenia, el corredor de Zangezur se está convirtiendo cada vez más en una fuente adicional de desacuerdo regional en las relaciones entre Turquía e Irán. Sin duda, Azerbaiyán podría cruzar las líneas rojas de Irán al redibujar las fronteras en la medida en que esté seguro del apoyo incondicional de Turquía.

Irán considera que el deseo de Turquía de conectarse con el mar Caspio y Asia Central mediante el corredor de Zangezur, que Teherán ha bautizado como «corredor turanista de la OTAN», es un intento de desconectar a Irán de Armenia. Durante su reunión con Erdogan en julio de 2022, el Líder Supremo de Irán, el ayatolá Jamenei, advirtió abiertamente de que «cualquier plan que pueda bloquear la frontera histórica de Irán con Armenia es inaceptable» (The Armenian Spectator, 2022). En términos generales, Irán considera que la puesta en marcha de un «corredor turco» que se extienda desde Asia Central hasta Turquía supone un grave desafío para sus intereses nacionales y regionales.

Irán percibe de forma similar múltiples amenazas geopolíticas sobre el corredor de Zangezur. En primer lugar, Irán perdería su conexión fronteriza y su enlace de transporte con Armenia. También cortaría su acceso directo a Rusia, con lo que la conexión de Irán con la región dependería de la voluntad política del eje turco-azerí. En segundo lugar, el valor estratégico de Irán en los corredores Norte-Sur y Este-Oeste, sobre todo en la Iniciativa Belt and Road de China, se reduciría considerablemente. Irán también perdería su papel logístico en la conexión de Azerbaiyán con Najicheván, lo que debilitaría su influencia estratégica sobre Bakú (Tastekin, 2022). En tercer lugar, a Irán le preocupa que un corredor azerí este-oeste se apoye en gran medida en el pan-turquismo dirigido contra Irán.

Por último, este corredor ampliaría la huella de la OTAN en la región, rodeando a Irán de numerosos oponentes locales y extrarregionales. Dada la nueva dinámica de los acontecimientos regionales en la región del Mar Negro tras el fin de la guerra de Ucrania, así como el resurgimiento del valor estratégico de Ankara en la alianza transatlántica, la participación de Turquía reflejaría la huella de la OTAN en la cambiante geopolítica del Cáucaso meridional (Larsen, 2021). Los iraníes consideran que la creciente influencia de Turquía en la región beneficia a la OTAN, lo que aumenta el malestar de Irán (Heiran-Nia y Monshipouri, 2023, p. 133).

Al parecer, las crecientes tensiones entre Teherán y Bakú aumentan el riesgo de otra guerra en una región ya de por sí conflictiva. Si Azerbaiyán cruza las líneas rojas de Irán, concretamente estableciendo el corredor de Zangezur, Teherán podría no mostrarse tan pasivo como durante la Segunda Guerra de Nagorno-Karabaj. En consecuencia, esto conduciría inevitablemente a una importante intervención de Turquía. Los dirigentes iraníes parecen estar firmemente decididos a hacer frente a las amenazas que perciben en el Cáucaso Meridional. En su reciente discurso, el líder supremo de Irán, el ayatolá Jamenei, envió un claro mensaje a Bakú. Refiriéndose a los movimientos antiiraníes de Bakú, dijo: «En la guerra contra el régimen de Sadam, la Unión Soviética y Estados Unidos, la OTAN e incluso algunos países musulmanes, incluida la vecina Turquía, estaban contra nosotros, pero ganamos» (Jamanei, 2023). Las percepciones de amenaza en los conflictos a menudo han tenido consecuencias imprevistas, por lo que el aumento de las hostilidades en el Cáucaso Sur puede intensificar las rivalidades de larga duración entre Turquía e Irán.

Conflictos sobre los corredores de tránsito

La rivalidad emergente entre Irán y Turquía en el Cáucaso Sur también tiene dimensiones geoeconómicas. Teherán considera a Turquía su principal rival geoeconómico en el Cáucaso Meridional, que pretende apartar a Irán de las rutas de tránsito y energéticas (Vatanka, 2022). Turquía pretende crear una situación de «camino-dependencia» en sus relaciones con los países y regiones vecinos. En este sentido, Ankara intenta situarse en el epicentro de los corredores energéticos y de tránsito Este-Oeste (Arkman, 2019). Tal objetivo requiere la presencia activa de Turquía sobre el terreno, incluso en términos militares, en las zonas por las que han de pasar los corredores de tránsito de China a Europa. El Cáucaso Meridional es de crucial importancia para hacer realidad este plan, donde Irán, dadas las rutas alternativas que puede ofrecer, se considera un obstáculo que hay que sortear. Un factor oculto pero muy trascendental es el papel de los corredores internacionales Norte-Sur y Este-Oeste, sobre todo la Iniciativa china «Belt and Road» (BRI).

El BRI puede utilizar el Cáucaso Meridional como posible ruta hacia Europa. El Corredor Norte (China-Asia Central-Irán-Turquía/Mediterráneo) del BRI atravesaría territorio iraní. Pero Turquía ha tratado de impedir que la ruta China-Asia Central pase por Irán, y en su lugar ha intentado establecer el Corredor Medio y el Corredor del Caspio. El Corredor Medio conectará China con Kazajstán y luego, a través de los puertos de Aktau y Kurik, en el noreste del mar Caspio, con Azerbaiyán. Además, se extiende hasta Turquía a través de Georgia. Si la ruta meridional de Zangezur se pone en marcha a través de la provincia armenia de Syunik, Turquía podrá acceder al mar Caspio directamente a través del territorio de Azerbaiyán, sin necesidad de pasar por Georgia, y desde allí a Asia Central (Kenderdine y Bucsky, 2021). Si se pone en funcionamiento la ruta Turquía-Najicheván-Bakú, Ankara se convertiría en un socio preferente de China en Asia Occidental. Esto desplazaría aún más a Irán a un segundo plano en las cambiantes ecuaciones de tránsito en el sur del Cáucaso.

La guerra en Ucrania ha reforzado aún más la importancia geoestratégica del Corredor Medio como tercer vector de la ruta de tránsito euroasiática que pretende conectar Asia y Europa a través de Asia Central, el mar Caspio y Turquía (Eldem, 2023, p.2). En la visión estratégica de Turquía, el Corredor Medio es una ruta comercial muy atractiva, no sólo porque proporciona una conexión directa con Eurasia, sino también porque disminuye la dependencia de otros Estados túrquicos tanto de Rusia como de Irán. La guerra de Nagorno-Karabaj de 2020 y la actual guerra en Ucrania han cambiado la dinámica de poder en la región y han abierto oportunidades sin precedentes para que Turquía refuerce sus asociaciones estratégicas con los Estados túrquicos de Asia Central y Azerbaiyán utilizando iniciativas multilaterales como la Ruta de Transporte Internacional Transcaspiana y la Organización de Estados Túrquicos (OET).

La intensificación de los lazos de Turquía con las repúblicas túrquicas, junto con su deseo de depender menos de Rusia y China, proporcionan a Turquía una mayor influencia para mejorar su presencia en las ecuaciones del corredor Este-Oeste. Turquía también comparte un interés geoeconómico común con la UE en la construcción del Corredor Medio, ya que la UE pretende diversificar sus suministros energéticos y reforzar la resistencia de sus cadenas de suministro. Es importante señalar que el establecimiento del Corredor Medio reduciría la influencia de Rusia, Irán y China en el Cáucaso Meridional y Asia Central, al tiempo que aumentaría el papel de Turquía y la UE en la configuración de la geoeconomía euroasiática (Eldem, 2023, pp. 3, 6).

La creciente preocupación de Teherán por las iniciativas de tránsito respaldadas por Turquía, en particular el Corredor Transcaspiano Este-Oeste-Medio, ha impulsado a Irán a activar el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC) a través de territorio armenio. El INSTC es una red multimodal de rutas por barco, ferrocarril y carretera que conecta los puertos del Golfo Pérsico y la India con Rusia. Aunque la conexión ferroviaria sigue incompleta, Teherán y Rusia, junto con India y más recientemente con Armenia, han empezado a dar pasos prácticos para poner en marcha el INSTC. Aparte de sus múltiples ventajas geoeconómicas, el conflicto de Ucrania y las subsiguientes sanciones impuestas contra Rusia por el colectivo occidental son el motor más fuerte para el avance del INSTC, ya que Moscú trata de encontrar rutas alternativas a los mercados de las regiones vecinas y de otros lugares. No obstante, a pesar de los pasos prácticos globales dados por Irán y Rusia, aún persisten obstáculos para el Corredor Norte-Sur

Preocupación por el Panturquismo

Décima reunión del Consejo de Jefes de Estado de la Organización de Estados Turcos. Fuente: Organización de Estados Turcos.

Irán también percibe la creciente amenaza que suponen las aspiraciones panturcas de Turquía a través de sus fronteras septentrionales, pobladas por azeríes. En su discurso en el desfile de la victoria de Azerbaiyán en la Segunda Guerra de Nagorno Karabaj en Bakú, el presidente turco Erdogan enfureció a los iraníes al recitar un poema folclórico nacionalista sobre los pueblos de habla azerí de Azerbaiyán e Irán separados por el río Aras. Se considera un mensaje pan-turco que llama a la unificación de todos los turcos, incluidos los azeríes que viven en Irán (Motamedi, 2020). El poema recitado por Erdogan causó una tormenta política entre los iraníes y fue percibido por Teherán como un acto ofensivo contra su integridad territorial. En respuesta, el entonces ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, dijo refiriéndose al presidente Erdogan: «¿No se dio cuenta de que estaba socavando la soberanía de la República de Azerbaiyán? Nadie puede hablar de nuestro querido Azerbaiyán» (Zarif, 2020). Para Teherán, las aspiraciones de Azerbaiyán y Turquía de jugar la carta pan-turca contra Irán están fuertemente apoyadas por Israel. Teherán teme cada vez más que los recientes avances geopolíticos del eje azerí-turco en la región puedan convertirse en llamamientos etnopolíticos a favor de un «Gran Azerbaiyán» (Vatanka, 2022).

Irán considera que los movimientos pan-turcos de Turquía en el sur del Cáucaso forman parte de la gran estrategia de Ankara de revitalizar el bloque del «mundo turco». Los recientes intentos de Ankara de reconstruir la Organización de Estados Turcos, que reúne a Turquía con Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán y Azerbaiyán, también han aumentado el malestar en Teherán. Irán teme que la creciente influencia geopolítica de Turquía entre los turcos pueda desestabilizar las provincias del norte de Irán, pobladas por azeríes, y amenace su integridad territorial (Heiran-Nia y Monshipouri, 2023, p. 134). A Irán también le preocupa que, con una fuerza recién encontrada gracias al apoyo turco-israelí, Azerbaiyán pueda caer en una «trampa de balcanización» mal calculada contra Irán (Jamanei, 2023).

Gracias a su posición más fuerte tras la victoria de 2020, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, ha adoptado un tono ofensivo sin precedentes con respecto a Irán. En la 9ª Cumbre de la Organización de Estados Turcos, refiriéndose indirectamente a la minoría azerí en Irán, dijo: «El mundo túrquico no consiste únicamente en Estados túrquicos independientes, sus límites geográficos son más amplios» (Agencia Estatal de Noticias de Azerbaiyán, 2022). De hecho, en sus recientes declaraciones Aliyev amenazó abiertamente la integridad territorial de Irán, afirmando: «Haremos todo lo posible para proteger a Azerbaiyán y a los azerbaiyanos, incluidos los azerbaiyanos que viven en Irán. Son parte de nuestra nación» (Ayatollahi Tabaar, 2023). No obstante, Irán no percibe las reivindicaciones irredentistas de Bakú como una inseguridad física inmediata, sino que siente un gran temor ante los crecientes sentimientos pan-turcos de sus rivales regionales, Turquía e Israel.

Un temor mayor para Teherán es que Azerbaiyán pueda ser utilizado como plataforma de lanzamiento por potencias hostiles para expandir su influencia hacia el norte de Irán. El auge del turquismo en el regionalismo activo de Erdogan en Eurasia Central y su creciente influencia dentro de Azerbaiyán inquietan cada vez más a los iraníes, que lo perciben como un ardiente protector de todo el mundo túrquico, incluidos los azeríes a ambos lados del río Aras.

***

A medida que se profundizan los desacuerdos regionales entre Teherán y Ankara, se amplían las áreas geopolíticas de su competencia. Durante la última década, la importancia geoestratégica del sur del Cáucaso se ha puesto de relieve en la política euroasiática de Turquía, cuyo objetivo es llegar a Asia Central construyendo un arco de influencia a lo largo de la frontera norte de Irán. Este arco de influencia podría convertir la región en una zona tampón para Turquía, lo que le permitiría contrarrestar a Irán y Rusia en las regiones vecinas y obtener una influencia negociadora eficaz en sus relaciones con Teherán y Moscú. Al disfrutar de un papel mucho más práctico en la región que sus aliados occidentales, Turquía busca cada vez más situarse en el epicentro de los proyectos BRI de China e iniciar mecanismos geoeconómicos alternativos para reducir la dependencia de la región de Rusia e Irán En este sentido, Turquía comparte importantes intereses estratégicos con Occidente, lo que puede sentar las bases para un acercamiento entre Ankara y Occidente y una reactivación del papel tradicional de Turquía en el bloque transatlántico.

Tras su reelección en 2023, el presidente Erdogan nombró a Hakan Fidan ministro de Asuntos Exteriores. Notablemente, Fidan es un influyente antiguo jefe de espionaje y uno de los principales arquitectos del reciente activismo geopolítico de Turquía en Oriente Medio y el Cáucaso Sur. Su nombramiento puede significar que en los próximos cinco años Erdoğan dará prioridad a cuestiones candentes en la política exterior turca, como Siria, Irak, Libia, Ucrania y el Cáucaso Sur (Dalay, 2023), es decir, regiones en las que Irán y Turquía tienen desacuerdos. Poco después de su reelección como presidente, Erdoğan realizó su primer viaje al extranjero a la República Turca del Norte de Chipre (RTCN) y Azerbaiyán. En una reunión con su homólogo azerí, Erdoğan declaró que «el corredor de Zangezur no es un problema con Armenia, sino con Irán. El comportamiento de Irán molesta tanto a Azerbaiyán como a nosotros» (Watch, 2023). Teherán considera que esta firme postura de apoyo a Azerbaiyán es un esfuerzo constante de Turquía por desempeñar un papel más importante en el Cáucaso meridional.

El fortalecimiento de las relaciones entre Ankara y Bakú obligará a Teherán a prestar más apoyo a Armenia para oponerse a la ejecución del proyecto del corredor de Zangezur. Aunque Irán y Turquía saben cómo gestionar sus diferencias geopolíticas, cada vez están más implicados en una competición por poderes más profunda en el Cáucaso Sur. Dada la redistribución de poder a favor del eje turco-azerí, la sensación de inseguridad física y ontológica de Irán puede dar lugar a contramedidas involuntarias, independientemente de que Turquía tenga alguna intención maliciosa antiiraní. Así pues, el Cáucaso Sur se está convirtiendo cada vez más en una fuente adicional de rivalidad geopolítica entre Irán y Turquía, que previsiblemente se intensificará aún más a medida que crezca la influencia de Turquía y aumente la percepción de inseguridad geopolítica de Irán.

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[1]      For more information on the reasons behind the lack of regionalism in Iran’s foreign policy in the South Caucasus see: Golmohammadi and Azizi, 2022; Kamrava, 2016.

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