Licenciada en Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Pasante del Consulado Honorario de Kazajstán en Chile (Febrero-Julio 2023).

shamsia.sun@gmail.com

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Ubicado entre la frontera de Moldavia y Ucrania, la República Moldava Pridnestroviana, más conocida como Transnistria, se plantea ante Europa como la región pro-rusa de Moldavia y uno de los últimos vestigios de la Unión Soviética.

En la actualidad, los ojos de Europa se posan sobre esta delgada franja de territorio, por sus constantes peticiones de anexión a Rusia y su clave posicionamiento territorial hacia las ambiciones del Kremlin en Ucrania. Conteniendo la mayor parte de la industria pesada de Moldavia y un alto potencial en recursos naturales, Transnistria cuenta con una población aproximada de 455.000 personas, quienes poseen su propia organización distrital, concurrencia ( “el rublo transnistrio” 1USD= 16.10 PRB) y pasaporte, pese a estos no ser reconocidos internacionalmente.

Mapa de Transnistria. Fuente: Prevail Partners.

Los orígenes de Transnistria

En 1940, la repartición de Polonia y las zonas de influencia en Europa del Este bajo las cláusulas secretas del pacto Molotov-Ribbentrop entre la Unión Soviética y la Alemania Nazi dan paso a la invasión del Ejercito Rojo en los territorios del Reino de Rumania; estableciendo así la República Soviética de Rumania, de la cual Transnistria había sido parte desde 1918.

Con la disolución de las repúblicas populares en 1991, Transnistria queda bajo la administración de Moldavia, y en medio del caos por la emergencia de nuevos estados, sumado al deje de las políticas del Glasnost, este ambiente de incertidumbre reenciende los conflictos congelados de naturaleza étnica en los ex estados soviéticos. Desde entonces, Transnistria junto a otras unidades subestatales como Nagorno Karabaj, Osetia del Sur y Abjasia retoman el camino hacia su autodeterminación y la búsqueda hacia su reconocimiento internacional. Dentro de este marco, el inicio de hostilidades entre Moldavia y Transnistria pueden ser consideradas tan tempranas como su búsqueda de independencia, escalando su intensidad ante la resurgencia nacionalista de Moldavia y la prohibición del uso del alfabeto latino en Transnistria.

Finalmente, el 2 de marzo de 1992 (día en que Moldavia se une oficialmente a Naciones Unidas), se desata una guerra que sentará un precedente para el resto de las ex entidades federadas y su relación con el Kremlin.

«¡Muerte a los invasores!» Escrito en un vehículo blindado moldavo durante la guerra de 1992. Fuente: Origins.
Militares de Transnistria con la bandera de su propia república en junio de 1992, Fuente: Babel

Ante el miedo de reunificación de Moldavia con Rumania, las fuerzas separatistas de Transnistria deciden atacar a las ciudades de Dubăsari, Grigoriopol y Tighina junto al apoyo del 14° Ejercito Soviético, iniciando así un conflicto de más de cuatro meses con un resultado de más de 1000 bajas.

El apoyo de soldados profesionales y la clara desventaja militar de Moldavia (quien aún no poseía suficientes recursos ni fuerzas militares) hizo difícil la continuación del conflicto, por lo que ambas partes acordaron un cese al fuego creando la Comisión Conjunta de Control, en la cual se estableció una fuerza trilateral que incluyó la presencia de 1.500 soldados rusos en el territorio como garantes de paz hacia Transnistria. Sumado a esto, la guerra logró separar de manera efectiva el territorio entre ambas entidades y ganar su independencia de facto. Desde entonces la presencia rusa no ha desaparecido, pese a las quejas de Moldavia ante el incumplimiento de los acuerdos de retirada de estas fuerzas.

Fuente: Sergei Gapon para Bloomberg.

Acuerdos de Paz

En 1997 se llevaron a cabo los primeros intentos de normalización de relaciones entre Moldavia y la región de Transnistria siendo acuñado como “El Proceso 5+2, con Moldavia y Transnistria como las partes en conflicto; Ucrania, Rusia y la OSCE como mediadores; y Estados Unidos y la Unión Europea como observadores. De esta forma lograron tomar un importante paso hacia la resolución del conflicto, pero sin terminarlo.

Es por ello que en 2004 el Memorandum Kozak era visto como una continuación del acuerdo de 1997. Sin embargo, esta propuesta rusa de una creación de un estado federal asimétrico con Moldavia no hizo más que reavivar las tensiones entre las partes. En esencia, el Memorandum Kozak concedia una representación desproporcionadamente favorable a Transnistria (aproximadamente un 17% del territorio de Moldavia) igualando su posición respecto a Moldavia y facilitando la votación de bloqueos de senadores Transnistrios hacia la formulación de políticas públicas moldavas y cambios en la constitución.

Transnistria. Fuente: Ziaristii.

Un conflicto congelado

El riesgo geopolítico de este conflicto congelado genera un malestar para Europa. En especial debido a que el estatus no-reconocido de Transnistria genera impedimentos para combatir efectivamente el crimen, creando así un ambiente óptimo para la proliferación de delitos desde las zonas del río Dniéster hacia los puertos de Odesa en Ucrania en donde el envío de armas, drogas y lavado de dinero se realiza bajo una completa oscuridad geopolítica. Es así como en 2002, la Unión Europea redactó su primer informe de comisión respecto a la situación en Transnistria, recalcando la importancia de la estabilización de la situación de Moldavia y su rol en ejercer un fortalecimiento político, económico y social hacia la zona en razón de reducir el crimen organizado, las olas migratorias y prevenir un colapso económico.

Tres años después de la redacción de este informe, la UE lanzó una misión de asistencia hacia Moldavia y Ucrania (EUBAM) con el fin de monitorear en conjunto las zonas afectadas por el comercio ilegal y tráfico. La UE desarrolló medidas para que empresas Transnistrias pudiesen exportar sus productos al mercado europeo (50% de sus exportaciones totales) pero con el requisito que éstas debiesen estar registradas en Moldavia.

Residentes de Trasnistria con sus pasaportes moldavos, rusos y transnistrios. Fuente: Futures.

Un año después de la implementación de estas medidas, el gobierno ruso comenzó a facilitar pasaportes y documentos de identidad hacia los ciudadanos de la región de Transnistria, para el gran malestar del gobierno de Moldavia; siguendo así un patrón conductual hacia las zonas de minorías étnicas que buscan su reconocimiento e independencia desde el derrumbamiento de la Unión Soviética.

De esta manera, el Embajador de Ucrania en Naciones Unidas Sergei Kislitsa acuña el término de la “repetición de los escenarios de Transnistria” ante la aprobación de la Duma hacia un decreto de obtención de pasaportes rusos para las zonas de Donetsk y Lugansk, en razón de ayudar a “los compatriotas que viven en países con difícil situación política y económica”. Muchas veces estas ayudas han sido un pivote hacia la justificación de intervenciones militares ante la “inminente amenaza a sus ciudadanos”, como ha sido el caso en Abjasia, Osetia del Sur, y las zonas de Donetsk y Lugansk que iniciaron la guerra en el territorio ucraniano.

Diputados transnistrios reunidos en Tiráspol. Fuente: AFP

Históricamente, el gobierno de facto de Transnistria ha sido dependiente de Rusia en los aspectos económicos, sociales y políticos, apelando a la intervención militar rusa para su protección. Desde la invación rusa a Ucrania en 2022, se han producido múltiples ataques en el este del Dniester; desde el lanzamiento de bombas molotov hasta ataques de drones en edificios gubernamentales, sin aún ningún responsable señalado por las autoridades transnistrias. Estas provocaciones han llevado a que Transnistria se involucre en el juego geopolítico del Kremlin, acusando de opresión a la población ruso parlante por parte de Moldavia, haciendo un eco del discurso del inicio de la operación especial en las zonas de Donestsk y Lugansk que antecedio la invasión rusa en el territorio.

Asimismo, según medios rumanos, altos funcionarios de Transnistria habrían viajado a Moscú en aras del inicio de la invasión en Ucrania con las esperanzas de ser reconocidos como un estado independiente, de la misma manera que las regiones separatistas de Ucrania lo habian sido.

Desfile Militar en Transnistria 2018, Fuente: Important Stories por Eddie Gerald.

En la actualidad, las peticiones de las autoridades transnistrias se han desplazado desde una inicial petición de reconocimiento de su independencia hasta la petición de toma de medidas contra las presiones de Moldavia. Pese a la continuación de la guerra en Ucrania, el estatus de Transnistria no ha disminuido su importancia para Rusia como una pieza critica para las ambiciones expansionistas en el territorio. En especial, considerando al depósito de armas de Kolbasna (un remanente soviético de 40.000 toneladas de armamento que nunca ha terminado su proceso de desarme), del cual autoridades ucranianas temen podría ser utilizado como un golpe final hacia el establecimiento de una plataforma militar hacia el inicio de nuevas operaciones que encapsulen a Ucrania, con un corredor terrestre que conecte la zona del mar negro hacia Rusia.

En orden, la Presidentes de Georgia, Moldavia, Ucrania y del Consejo de la Unión Europea (2021). Fuente: Gobierno de Ucrania.

Vale mencionar que el proyecto de ampliación de la Unión Europea hacia el desarrollo de una política de vecindad en Europa se ve obstaculizado por el estatus prorruso de Transnistria, dejando a Moldavia vulnerable y cortando anticipadamente sus ambiciones de pertenencia como miembro pleno a la UE.

Asimismo, las tropas rusas estacionadas en la zona protagonizan una amenaza latente de desestabilización, y sin un control fronterizo o territorial completo de Moldavia, se teme ser la continuación de las ambiciones territoriales del Kremlin en Ucrania. Es así como el inminente destino del último recoveco comunista de Europa resulta ser una inesperada pieza para la expansión de las zonas de influencia del Kremlin en Europa.

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