Licenciada en Estudios Internacionales en la Universidad de Santiago de Chile.
Tiene experiencia en docencia e investigación como asistente de Ciencia Política y Sistemas políticos comparados a través de metodologías cuantitativas y cualitativas, con especial interés en los estudios de área de Medio Oriente. Desarrolló su tesis de pregrado en la comunidad palestina en Chile, además de publicar junto a la revista Anfibia sobre el desarrollo de la industria textil palestina en el país.
antonia.quezada@usach.cl
En el Líbano se ha orquestado una crisis financiera y política que se manifestó durante las múltiples protestas del 2019. Esto principalmente ante la deuda externa, la devaluación de la moneda y la quiebra del sector bancario, como el resultado de la vinculación monetaria fijada al dólar de 1,507.5 Libras Libanesas (LBP) por USD en 1997, este hecho permitió la consolidación de un déficit financiero desde el año 2016. Teniendo en cuenta esto, los efectos son notables, con una caída del PIB Nominal de 54.9 miles de millones de dólares en 2018 a 17.9 miles de millones en 2023. Además, se ha evidenciado una caída en el PIB per cápita, de 9,2 dólares por persona en 2018 a 3,3 durante el 2023.
De esta manera, la libra libanesa ha perdido más del 98% de su valor en comparación al dólar desde el inicio del colapso financiero, por lo que el sector bancario se ha desmoronado a pasos agigantados. Este hecho intensificó la inestabilidad del país, especialmente tras acontecimientos como el COVID-19, la crisis energética mundial y la explosión del puerto de Beirut del año 2020.
Los analistas han sostenido que la crisis actual en el Líbano es una de las peores desde el fin de la guerra civil en 1990, tras la cual el país pudo estabilizarse posteriormente y equilibrar sus cuentas con distintos tipos de ingreso (ganancias del turismo, la industria financiera y la ayuda exterior de los países árabes del Golfo) lo que permitió financiar al Estado y reforzar sus reservas del Banco Central. En la actualidad, el origen de la crisis se atribuye a que el Banco Central utilizó depósitos para pagar a sus acreedores, a fin de costear los gastos públicos exacerbados provocados por los altos niveles de corrupción por parte de la élite libanesa, desembocando en un modelo similar a un esquema ponzi. Las consecuencias se han visto intensificadas debido a la desigualdad económica latente en el país, donde un 71% de la riqueza del país es propiedad del 10% de la población adulta y por las élites, que han perpetuado la debilidad institucional y profundizado la recesión económica.
El costo de la vida se ha incrementado exponencialmente y la crisis ha empobrecido a la mayoría de la población, donde los hogares de bajos ingresos fueron los más afectados por la crisis. Junto a esto, los programas de asistencia social focalizaron sus recursos en los hogares en extrema pobreza y disminuyó la cobertura para sectores medios, dejando a segmentos de la población en situación de hambruna, sin acceso a medicamentos y sujetos a otras privaciones como la falta de electricidad, agua, educación y atención médica. Sumado al impacto que dejó la explosión del puerto de Beirut, problemas de infraestructura, un sector eléctrico disfuncional, escasez de suministro de agua y un progresivo deterioro en los indicadores sociales.
Para solventar esta situación, el Líbano ha estado negociando con el Fondo Monetario Internacional (FMI) desde mayo de 2020 un paquete de rescate que ayudaría a detener el deterioro económico, esto se tradujo a que en abril del 2022, el gobierno y el FMI llegaron a un acuerdo de un préstamo de 3.000 millones de dólares por 46 meses, con la condición de adoptar medidas clave, tales como una ley de secreto bancario, controles de capital interno como externo y la completa reestructuración del sistema financiero libanés.
Al año siguiente, el proceso de reforma se mantendría estancado y el FMI criticó la falta de acción gubernamental, considerando la urgencia de las reformas. En contraposición, el ministro interino de Economía, Amin Salam, declaró en agosto de ese mismo año, que un número creciente de funcionarios nacionales creían que no era necesario un acuerdo de préstamo del FMI en el país.
La razón por la cual no se ha seguido adelante con estas reformas se puede explicar por distintos factores políticos, una de las razones es que el parlamento se encuentra fuertemente fragmentado, principalmente debido a que las lealtades políticas han seguido líneas sectarias (dada la diversidad religiosa entre musulmanes sunitas y chiitas, cristianos, católicos, ortodoxos y protestantes), alianzas extranjeras y la herencia.
Esto se debe al rígido acuerdo de reparto del poder entre diferentes comunidades religiosas que derivó en los altos niveles de corrupción y las confabulaciones de las dinastías políticas para mantenerse dentro de los escaños parlamentarios. Debido a lo anterior, durante las elecciones del 2022, la población votó a favor de crear una nueva clase política que pueda efectuar dichas reformas para contrarrestar la corrupción, además de establecer un poder judicial independiente y facilitar la llegada de la ayuda internacional.
Junto a esto, respecto a las implicaciones para occidente, el aumento de la violencia ha intensificado las tensiones contra los refugiados sirios en el Líbano, quienes se han visto deportados por las Fuerzas Armadas libanesas durante el 2023, debido a la intensidad de refugiados per cápita y considerando la escala de la crisis. Esto también ha generado incertidumbre y se ha visto como un problema para la Unión Europea, quienes buscan evitar escalar la crisis de refugiados exponencial que ha tomado lugar desde 2016, por lo tanto, a fin de frenar nuevas oleadas migratorias hacia Europa, han sido críticos con la perspectiva hostil por parte de las fuerzas armadas y políticas libanesas contra los sirios que han llegado al Líbano.
La crisis prolongada ha permitido identificar a los actores y sus objetivos centrales, aquí mencionamos la relación con Estados Unidos, país con quien el Líbano ha mantenido una relación compleja, influenciada por factores históricos, políticos y sociales. En términos históricos, Estados Unidos reconoció al Líbano como una nación independiente en 1944, y los lazos diplomáticos fueron formalizados poco después. Además, Estados Unidos ha brindado ayuda financiera, en particular como respuestas a las crisis, como la Guerra Civil y la guerra del Líbano de 2006.
Dicho esto, el Líbano no es una pieza central bajo el tablero de poder estadounidense, considerando sus lazos diplomáticos con Israel y Arabia Saudita, sin embargo, ha estado en la mira ante la influencia de Hezbolá. Como contextualización, Hezbolá se constituye en 1982 en el período posterior a la invasión israelí del Líbano y es parte de la doctrina de islam chiita. Desde su fundación, se ha centrado en la expulsión de potencias coloniales en el país. Su importancia radica en el papel que posee como elemento disruptivo en las relaciones entre el Líbano y Estados Unidos, principalmente por su papel de proxy iraní, al contar con su respaldo incondicional y ser Irán el principal proveedor de armamento, personas y financiamiento del grupo islamista.
Relaciones entre Hezbolá e Irán
Como se mencionó, Hezbolá cuenta con el respaldo de Irán en términos militares, económicos y políticos, apoyo que está impulsado directamente por su oposición a Israel y su resistencia a la influencia occidental en el Medio Oriente. Este es una amenaza directa a los intereses estadounidenses y a uno de sus aliados principales hoy en día, Israel. En cuanto a la relación entre Israel y Hezbolá, esta ha sido problemática desde la invasión israelí al Líbano en 1982, y que se ha agravado con la guerra entre Israel y Palestina, donde el grupo chií ha contraatacado a Israel bajo una lógica de apoyo hacia los palestinos en Gaza. Bajo una línea de análisis, este hecho genera repercusiones directas, considerando como el grupo ha sido acusado de ataques terroristas contra las fuerzas norteamericanas, incluyendo los bombardeos de 1983 y por los ataques hacia sus miembros durante la guerra de Iraq.Además, el avance de su influencia y poder militar significa el aumento del poder iraní dentro de la región, que también refleja una mayor amenaza para Israel, con quien el Líbano comparte fronteras limítrofes.
En este sentido, se puede observar que el avance de Hezbolá y el empeoramiento de la crisis social en el país es una consecuencia directa de la disminución de la estabilidad política y la falta de gobernanza dentro del país, entendiendo la gobernanza como la existencia de reglas, mecanismos de aplicación de estas y las organizaciones. Si observamos datos tales como el indicador de estabilidad política y la ausencia de la violencia del Banco Mundial es posible observar una baja considerable de 8 a 6 puntos porcentuales desde el 2019. De esta manera, la disminución de injerencia gubernamental se ha constituido como una debilidad institucional, siendo un factor crucial que ha permitido el avance y consolidación de Hezbolá como una fuerza dominante en el país, dado su extenso poder militar, fuerte organización política y su papel como sistema de apoyo social que ha permitido consolidarse como un “Estado dentro un Estado”. Esto refleja una clara amenaza para Occidente dada la retórica anti-occidentalista compartida por Hezbolá e Irán.
En primer lugar, Irán posee una posición estratégica a nivel territorial, limitando con Rusia, Asia Central y la India al este, y a los países árabes al oeste. En segundo lugar, el país es una potencia económica dada su riqueza en recursos minerales, que lo posicionan como un socio comercial para países como China, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, India e inclusive la Unión Europea, siendo la economía número 40 del mundo en términos de PIB (US$ corrientes). De este modo, cualquier conflicto que involucre a Irán podría llevar a grandes cambios en los precios de recursos naturales en los mercados mundiales, afectando a occidente en conjunto. Esto evidencia que es un claro contrapeso en la región y una amenaza directa a la incidencia estadounidense y a su agenda dentro del sistema internacional, sin considerar el amplio desarrollo iraní de programas nucleares iniciados en 1957, para los que negocia abiertamente con Rusia y China.
En 2002 se expuso por el Consejo Nacional de Resistencia de Irán que existían dos instalaciones nucleares iraníes ocultas a la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), que no cesaron a pesar de la presión diplomática de distintas naciones. Desde el 2006, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 1696 para aplicar una serie de sanciones que paralizaron su economía como consecuencia por sus ambiciones nucleares. Sin embargo, ha dotado de apoyo militar a milicias chiítas, exacerbando las divisiones sectarias en Medio Oriente, como los Cuerpos de la Guardía Revolucionaria Islámica, Hezbolá, el grupo Hutí en Yemen, entre otros.
En este sentido, el gobierno estadounidense considera que Irán es el principal patrocinador del terrorismo islámico dentro de la región, además de fortalecer a contendientes dentro de Afganistán, Gaza, Pakistán, Siria y Yemen. De la misma manera, existe un discurso antiimperialista en contra de Estados Unidos por parte de las autoridades iraníes, donde se plantea que el involucramiento de Occidente en la región ha causado la expansión de la inestabilidad por la magnitud de estas intervenciones, especialmente en Siria e Iraq, creándose de este modo un panorama donde Occidente está tratando deliberadamente de desestabilizar a la región, estas ideas forman parte de la propaganda iraní y también actúan como respuesta a las sanciones económicas impuestas al país, que han subido los precios de los bienes y la tasa de desempleo nacional.
A modo de conclusión, la crisis económica en el Líbano junto a sus consecuencias representa una problemática para Occidente, principalmente para Estados Unidos y la Unión Europea. Esto, considerando que grupos como Hezbolá, representantes de un oponente mayor a Occidente, Irán, han obtenido mayor poder ante la debilidad institucional del gobierno central libanés y el escalamiento del conflicto entre Palestina e Israel. Ante esta situación, se argumenta que Occidente ha perdido un eslabón importante dentro de la región, siendo que previamente se le caracterizaba como un país estable y un referente en comparación a sus vecinos.
Es importante reconocer que dado a que el Líbano es un país caracterizado por una lógica sectaria y diversidad religiosa, no existe un apoyo generalizado hacia Estados Unidos y Occidente. En paralelo, se ha puesto en tela de juicio la ayuda europea y de organizaciones internacionales ante la crisis de refugiados y la falta de compromisos respecto a una solución conjunta.
En concordancia con lo anterior, es posible inferir que Occidente no ha podido generar mayores cambios, considerando los esfuerzos diplomáticos realizados principalmente por Francia y Estados Unidos, los cuales han sido fútiles ante la falta de voluntad política de las autoridades del Líbano y la subyugación de Hezbolá como instrumento iraní para avanzar en su proyecto expansionista a fin de convertirse en un Hegemón regional.
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