Durante la guerra, Kazajstán se convirtió en un centro industrial crucial. El país suministraba el 85% del plomo de la Unión Soviética, y nueve de cada diez balas se fabricaban con plomo kazajo.
Más de 1,2 millones de kazajos fueron reclutados por el ejército soviético. Se estima que la mitad de ellos no regresó.