La cuestión de Chipre: Vestigios de una isla dividida

La compleja situación de Chipre se completa con la creación de la llamada Línea Verde, una zona desmilitarizada bajo control de la ONU que separa ambas mitades de la isla. Esta franja, también conocida como la «Línea Atila» por los turcos, se extiende a lo largo de 180 kilómetros, dividiendo no solo la isla, sino también su capital, Nicosia, en dos partes. 

Estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Europea de Valencia.

Mi ferviente interés por descifrar las complejidades del mundo me ha llevado a profundizar en los aspectos políticos, económicos y sociales que dan forma a las relaciones internacionales. Actualmente me desempeño como estudiante de prácticas en diversas entidades.

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Chipre, la tercera isla más grande del Mediterráneo, es un territorio donde la historia y la geopolítica se entrelazan de manera compleja. Situada estratégicamente entre Europa, Asia y África, esta pequeña isla ha sido un punto de encuentro (y de fricción) entre civilizaciones a lo largo de los siglos. Sin embargo, el conflicto que más define su historia reciente es la división entre las comunidades griega y turca, una herida abierta que continúa siendo objeto de tensiones internacionales. 

La «cuestión chipriota» es más que una disputa territorial; es un conflicto sobre identidades, soberanías y lealtades en un escenario de intereses globales.

Estatua de Afrodita en Pafos, Chipre, lugar de su nacimiento en la mitología griega. Fuente: Wikimedia Commons, Michal Klakban.

Demografía Chipriota

Para entender la profundidad de la cuestión, resulta indispensable ilustrar el marco demográfico actual del país. Chipre presenta una diversidad religiosa que refleja su compleja historia de influencias culturales y políticas. Los cristianos representan aproximadamente el 78% de la población total de la isla, siendo la mayoría de ellos chipriotas griegos que pertenecen a la Iglesia Ortodoxa Griega de Chipre, una iglesia autocéfala con profunda influencia en la vida política y social del sur de la isla. La Iglesia Ortodoxa no solo es una institución religiosa, sino también un símbolo de identidad nacional y resistencia cultural frente a las invasiones extranjeras, especialmente durante los periodos de dominación otomana y británica.

Además de la comunidad ortodoxa griega, el cristianismo en Chipre incluye otras minorías significativas. La Iglesia Armenia en Chipre, los maronitas y la comunidad católica romana, aunque numéricamente pequeñas, juegan un papel crucial en la preservación de la diversidad cultural y religiosa de la isla. Los protestantes, aunque en menor número, también están presentes, representando la influencia más reciente de los misioneros europeos y del Imperio Británico.

Por otro lado, el islam constituye aproximadamente el 18% de la población chipriota, concentrándose mayoritariamente en la región norte, donde viven los chipriotas turcos. Esta comunidad es predominantemente musulmana sunita, herencia de la ocupación otomana de Chipre que duró más de tres siglos. Aunque la práctica religiosa varía entre los chipriotas turcos, con algunos sectores más seculares, el islam sigue siendo un componente esencial de su identidad cultural. 

La división geográfica y religiosa entre cristianos en el sur e islámicos en el norte subraya el desafío histórico de reconciliar estas dos comunidades en una isla compartida, pero dividida en la práctica.

¿Cómo llegó Chipre a ser un país dividido?

A lo largo de su historia, Chipre ha sido codiciada por su posición estratégica en el Mediterráneo oriental, cayendo bajo el control de múltiples potencias coloniales. A partir del siglo XII a.C., los primeros griegos se asentaron en la isla, marcando el inicio de un legado cultural griego que prevaleció, pese a las sucesivas conquistas. En 1571, el Imperio Otomano tomó el control de Chipre, trayendo consigo a los primeros habitantes turcos, quienes formaron lo que hoy conocemos como la comunidad turcochipriota. No obstante, el dominio otomano terminó en 1878, cuando la isla pasó a la administración británica, en un contexto geopolítico que buscaba frenar el avance ruso en el Mediterráneo oriental. 

Bajo el dominio británico, las tensiones entre las comunidades griega y turca de la isla comenzaron a agudizarse. Los grecochipriotas, influenciados por el movimiento panhelénico y la «Gran Idea» de unir a Chipre con Grecia (Enosis), lideraron una campaña cada vez más vehemente por la autodeterminación, que culminó en la lucha armada del EOKA en 1955. Mientras tanto, los turcochipriotas, temiendo la anexión y el destino que enfrentó la población turca en Creta, promovieron la partición como una solución. Estas divergencias internas fueron exacerbadas por la política británica de “divide y vencerás”, y la intervención de Turquía se hizo cada vez más evidente en los asuntos chipriotas.

Geórgios Gríva, “Digenis”, líder de la EOKA Fuente: Wikipedia Commons.
Bandera de la EOKA. Fuente: Imperial War Museums.

Finalmente, Chipre logró la independencia en 1960 con un frágil equilibro entre las dos comunidades, la cual fue garantizada por tratados internacionales. Sin embargo, los intentos de integración pacífica fracasaron rápidamente. 

En 1974, un golpe de Estado pro Enosis apoyado por la junta militar griega desató una respuesta militar de Turquía, que lanzó la denominada Operación Atila. Esta intervención militar resultó en la ocupación del tercio norte de la isla, consolidada en dos fases entre julio y agosto de 1974. Turquía justificó su intervención basándose en su papel de garante de los derechos de la comunidad turcochipriota, invocando el Tratado de Garantía de 1960. La operación dejó tras de sí un desplazamiento masivo de poblaciones y marcó el inicio de una división geopolítica que persiste hasta hoy, con el sur grecochipriota reconocido internacionalmente y el norte turcochipriota bajo el control de la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre, reconocida únicamente por Turquía.

Tropas turcas entrando a Chipre. Fuente: EPA / Cypriot Press Office.

La compleja situación de Chipre se completa con la creación de la llamada Línea Verde, una zona desmilitarizada bajo control de la ONU que separa ambas mitades de la isla. Esta franja, también conocida como la «Línea Atila» por los turcos, se extiende a lo largo de 180 kilómetros, dividiendo no solo la isla, sino también su capital, Nicosia, en dos partes. 

La línea es un recordatorio visible de la partición, con calles cortadas por muros y alambres de espino que separan ambas comunidades. Aunque la Línea Verde parece congelada en el tiempo, con edificios abandonados y vehículos de décadas pasadas, desde 2003 se han abierto varios puntos de cruce que permiten el tránsito entre las dos zonas. No obstante, a pesar de este leve acercamiento, la división física y política de la isla sigue siendo una barrera clave para la reunificación, mientras que la inmigración ilegal a través de estos puntos de cruce añade una dimensión adicional al conflicto chipriota.

Mapa de Chipre en la actualidad. Fuente: USA Department of Public Information – Cartography Section.

Chipre en la actualidad: política y economía de un país dividido

A día de hoy, el norte de Chipre sigue experimentando un fuerte aislamiento internacional. Aunque bajo la presidencia de Nicos Christodoulides el sur busca soluciones para la reunificación, el norte, reconocido solo por Turquía, depende casi exclusivamente de Ankara para mantener sus conexiones comerciales y su acceso al resto del mundo. La situación es especialmente evidente en el transporte aéreo: ningún vuelo internacional puede despegar o aterrizar en los aeropuertos del norte de Chipre, limitando la movilidad a los vuelos turcos.

Este aislamiento afecta profundamente al desarrollo económico del norte, que se enfrenta a serias dificultades para acceder a mercados y capitales internacionales. El comercio exterior está restringido, obligando a los turcochipriotas a depender de Turquía para la mayoría de sus importaciones y exportaciones. Aunque sectores como el turismo y la agricultura han crecido en los últimos años, la falta de reconocimiento global sigue limitando su potencial económico.La entrada de la República de Chipre (sur) en la Unión Europea en 2004 marcó un cambio crucial en el panorama diplomático de la isla. En aquel entonces, Turquía aún mantenía aspiraciones de unirse a la UE, lo que ofrecía una posible vía de cooperación para resolver el conflicto chipriota bajo el paraguas europeo. Sin embargo, las negociaciones de adhesión de Turquía se han paralizado con el paso del tiempo, y la relación entre Ankara y Bruselas se ha enfriado. Esto ha llevado a Turquía a endurecer su postura, exigiendo el reconocimiento internacional del norte de Chipre como condición para avanzar en cualquier diálogo sobre la reunificación de la isla.

El entonces presidente chipriota, Tassos Papadopoulos, y el ministro de exteriores, Georgios Iacovou, firman el Tratado de Adhesión de la Unión Europea, 2003. Fuente: European Union Comission.

Geopolítica de la isla: recursos naturales, migración y la cuestión palestina

El hallazgo de vastos yacimientos de gas en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Chipre ha alterado profundamente el panorama geopolítico del país, abriendo nuevas vías económicas y aumentando su importancia estratégica en el Mediterráneo Oriental.

Desde el descubrimiento del campo Afrodita en 2011, Chipre ha despertado el interés de importantes empresas energéticas como ExxonMobil, Chevron y Eni, que ven en estas reservas una oportunidad de crecimiento considerable. Además, Chipre ha establecido alianzas clave con países vecinos como Israel y Egipto, forjando acuerdos que podrían facilitar la exportación de gas natural licuado (GNL) a través de infraestructuras ya existentes, como las plantas de licuefacción egipcias. Este desarrollo ha convertido a la isla en un jugador relevante en el sector energético regional, con particular interés para la Unión Europea, que busca diversificar sus fuentes de energía y reducir la dependencia del gas ruso.

Sin embargo, la riqueza de estos recursos ha generado tensiones, particularmente con Turquía, que no reconoce la ZEE de Chipre y considera que los turcochipriotas tienen derecho a compartir los beneficios de los recursos naturales de la isla. Turquía ha realizado exploraciones y perforaciones no autorizadas en áreas disputadas, argumentando que la explotación de los yacimientos debe incluir a la comunidad turcochipriota. Estas acciones han aumentado las fricciones diplomáticas entre ambos países, complicando la posibilidad de una explotación pacífica y coordinada de los recursos energéticos.

Mapa de las disputas marítimas Chipre – Turquía. Fuente: CSIS.

Por otro lado, en los últimos años, Chipre ha experimentado una creciente afluencia de solicitantes de asilo, posicionándose como el país con la mayor tasa de refugiados per cápita en Europa. La mayoría de estos migrantes provienen de zonas en conflicto como Siria, Afganistán, y también de países africanos como la República Democrática del Congo y Camerún. La llegada masiva de personas en busca de refugio ha desafiado la capacidad de la isla para gestionar esta crisis, generando tensiones internas y sobrecargando los recursos destinados a la atención humanitaria y social.

En respuesta, el debate político se ha vuelto cada vez más tenso, alimentando el surgimiento de sentimientos antimigratorios y episodios de xenofobia. Estas tensiones han derivado incluso en actos violentos contra organizaciones que trabajan en defensa de los derechos de los migrantes, como la explosión ocurrida en enero de 2024 contra las oficinas de la organización KISA*, que resultó en la destrucción de gran parte de sus instalaciones. Mientras tanto, el gobierno chipriota ha presionado en el seno de la Unión Europea para establecer «zonas seguras» en Siria que permitan las deportaciones, una medida que ha sido severamente criticada por defensores de los derechos humanos, quienes insisten en que el regreso de refugiados a Siria sigue siendo peligroso.

Activistas marchando pacíficamente en solidaridad con las personas migrantes en Nicosia. Fuente: France 24.

Por último, el conflicto entre Israel y Palestina ha vuelto a poner en primer plano la importancia estratégica de Chipre en la región del Mediterráneo Oriental. En los últimos años, Israel ha utilizado el territorio chipriota para entrenar a sus tropas en escenarios de guerra, especialmente en preparativos ante un posible enfrentamiento con Hezbollah. Esta cooperación militar incluye el uso del espacio aéreo chipriota para ejercicios, aunque Chipre ha dejado claro que tales maniobras nunca han tenido lugar durante un conflicto activo y no parece que vaya a cambiar esta postura.

Tras las amenazas del pasado junio del fallecido ex líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, quien advirtió que Chipre sería un objetivo si ayudaba a Israel en ataques contra Líbano, Nicosia ha reafirmado su neutralidad, rechazando involucrarse en confrontaciones directas. Además, el país insular también ha aclarado que no tiene control sobre las bases militares británicas en su territorio, que mantienen cooperación militar con Israel. Así, la isla se encuentra en un delicado equilibrio geopolítico en medio de las crecientes tensiones regionales.

Con todo, Chipre se mantiene como una encrucijada en el Mediterráneo Oriental, donde la historia, la geopolítica y las tensiones actuales se entrelazan en una compleja red de desafíos. La división persistente entre el norte y el sur, junto con la creciente crisis migratoria y las tensiones regionales, continúa, a día de hoy, poniendo a prueba la estabilidad y capacidad de superación de la isla.

KISA

KISA es una ONG fundada en Chipre en 1998, dedicada a la defensa de los derechos de migrantes, refugiados y víctimas de discriminación. La ONG ofrece servicios gratuitos, apoyan litigios estratégicos y colaboran con redes internacionales para impulsar el cambio en la sociedad chipriota. En los últimos años, los ataques provenientes de actores estatales y grupos radicales han buscado obstaculizar su labor. A pesar de ello, KISA sigue siendo un referente en la protección de derechos humanos, trabajando activamente en temas de migración, asilo, racismo y trata de personas.

Para más información, visita su página web: https://kisa.org.cy/

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