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Coescrito por Francisca Carrasco Molina y Gabriel Sandoval Pulido

A partir de febrero de 2022 con la invasión de Rusia a Ucrania, el panorama internacional presenció una actualización del orden geopolítico mundial con el fin de un período de transición unipolar estadounidense posterior al fin de la Guerra Fría. Desde distintas posiciones, los analistas discuten si el concepto de multipolaridad será el apropiado o no para esta nueva etapa, buscando poner una lápida al esquema protagonizado por Estados Unidos durante los últimos tres decenios.

La Guerra en Ucrania presionó a un gran número de  cancillerías a determinar una posición clara frente al conflicto bélico. En este contexto, el actuar diplomático del bloque occidental se movieron rápidamente con el fin de ganar influencias que presionaran a Rusia, específicamente en lo que se ha denominado el Sur Global. Giras inéditas de la cancillería ucraniana en países como Guatemala o Ruanda, así también como una ampliación de becas estudiantiles del Ministerio de Educación de Rusia a países de Latinoamérica han sido algunas de las estrategias más ligeras para aumentar su poder blando y buscar mayor presencia en el sur global. 

En relación al conflicto ruso-ucraniano, el denominado Sur Global ha elegido ante todo la abstención y el no alineamiento directo (con algunas excepciones), hecho representativo de las votaciones en Naciones Unidas respectivas a esta situación. 

En julio de 2023 ocurrieron dos reuniones interregionales importantes en este sentido: la tercera Cumbre UE-CELAC realizada en Bruselas y la Cumbre Rusia-África realizada en San Petersburgo, las cuales demostraron estos esfuerzos de reestablecer las prioridades en política exterior de estas potencias. Esto sin considerar el crecimiento de los BRICS como un contrapeso al G7 después de la invitación extendida a Irán, Argentina, Arabia Saudita, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos y Egipto para unirse a la organización en agosto de este año.

Sin embargo, a comienzos de octubre con el surgimiento de la Guerra entre Israel y Hamas, este proceso de cambio en la geopolítica global se cristalizó definitivamente. Y A pesar del poco acuerdo en las definiciones teóricas sobre cuál o cuáles polaridades serán las del nuevo periodo, un hecho es definitivo: los discursos de Occidente sobre Ias acciones de Israel disgustan en el Sur Global por su poca coherencia.

Un ejemplo de esta claridad discursiva es la poca atención que recibió la anexión de Azerbaiyán de la zona de Nagorno Karabaj tanto en los medios de comunicación como en la opinión pública general, evento que provocó un éxodo de más de 100 mil armenios étnicos desde esa zona, anteriormente administrada de facto por el gobierno proarmenio de la República de Artsaj. Este hito demuestra la relatividad con la que ciertos acontecimientos, en donde existe una directa vulneración a los derechos humanos y los acuerdos internacionales, son relevantes de ser defendidos por Occidente (en este caso con algunas excepciones, como el apoyo francés a Armenia).

Ataques en Gaza

Desde el ataque perpetrado por Hamás en contra de Israel el 7 de octubre se calcula que cerca de 9500 personas han perdido la vida (a la fecha de publicación de este texto). De acuerdo a datos de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) 1.400 israelíes han fallecido desde el inicio del conflicto, mientras que el Ministerio de Salud de Gaza estima una cifra de al menos 8000 personas fallecidas en la Franja de Gaza, siendo más del 62% de estas bajas entre mujeres y niños. 

A partir de la declaración de guerra de Israel a Hamás, se ha llevado a cabo una escalada de violencia sin precedentes, con la movilización de 300.000 reservistas de las Fuerzas Armadas de Israel, y el desplazamiento de 1.2 millones de personas en Gaza bajo constantes bombardeos y ataques indiscriminados hacia la población civil, las cuales continuan sumando bajas.

El asedio total en la Franja de Gaza como respuesta ante los ataques de Hamás han causado un rechazo internacional en contra de la respuesta israelita y la organización de multitudinarias protestas alrededor del globo en rechazo al bloqueo impuesto por Israel, el que amenaza con cortar a 2.3 millones de personas de servicios básicos como agua, comida y electricidad. Es así, como el continuo apoyo y respaldo diplomático de Estados Unidos a Israel no solo ha alienado a sus partidarios (pese a la cantidad indiscriminada de bajas en Gaza), sino que también ha generado fricciones internas a nivel de la administración Biden, con dimisiones de altos funcionarios del Departamento de Estado y diplomáticos preparando “cables disidentes” para expresar su descontento. 

Y mientras que países europeos comienzan tener divergencias en sus posturas ante el conflicto, con países como Irlanda, España, Luxemburgo y Bélgica desmarcándose del apoyo de la Presidenta de Comisión Europea Ursula Von der Leyen a Israel, estas declaraciones han generado las primeras grietas dentro de la política exterior del bloque. Entretanto, la política estadounidense continúa en su incondicional cruzada para apoyar los excesos de Israel.

Pero, ¿por qué Estados Unidos continúa en promover los intereses de otro Estado en nombre de su seguridad nacional? Desde una perspectiva histórica, la política exterior conducida en la actualidad por el presidente Joe Biden debe ser entendida como una continuación de una política de estadoDesde 1973, Israel ha sido el mayor receptor anual de asistencia económica y militar directa de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. Según datos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) se calcula que Israel ha recibido una cifra cercana a los 3.000 millones de dólares en asistencia exterior directa cada año (siendo esto 1/5 del presupuesto de toda la ayuda exterior brindada por Estados Unidos a otros países). 

De esta manera, situándose como un socio estratégico en el Medio Oriente durante la Guerra Fría, Israel ayudó a contener la influencia soviética en la región, derrotando a Egipto y Siria en la Guerra de Yom Kipur. Y luego de los ataques del 11 de septiembre, retomando su rol de socio estratégico en la región, Israel se volvió un aliado en la guerra contra el terrorismo, en donde sus enemigos se convertirían en enemigos de Estados Unidos. Sin embargo, el seguimiento de esta política en el Medio Oriente no hizo más que generar barreras y distancias hacia el establecimiento de buenas relaciones con estados árabes en la región, la cual solo fue retomada de manera paulatina bajo la administración de Barack Obama. 

En la actualidad, estas antiguas tensiones retornan con fuerza en la región, pero en particular hacia los esfuerzos de Estados Unidos y la Unión Europea en el Sur Global para la búsqueda de condenas más firmes hacia la invasión de Rusia a Ucrania. De esta manera, los recientes vetos de Estados Unidos hacia las resoluciones de Naciones Unidas para la condena hacia la violencia contra civiles y un alto al fuego humanitario han socavado estas iniciativas por completo

Así, en este contexto el establecimiento de una doble narrativa no solo ha perjudicado la imagen de Estados Unidos, sino también de la Unión Europea con países del Sur global como Malasia e Indonesia (históricos defensores regionales de la causa palestina), criticando fuertemente la tibia reacción de occidente ante el castigo colectivo llevado a cabo por Israel a la población palestina, abogado hacia una solución de paz dentro de los parámetros del derecho internacional.

Inadvertidamente uno de los efectos de este posicionamiento de Occidente ha sido la generación de victorias diplomáticas para Rusia, quien proponiendo resoluciones en Naciones Unidas junto al ofrecimiento de envío de ayuda humanitaria a Gaza, ha diluido la atención del conflicto en Ucrania en los medios. Así, los votos en contra y las abstenciones de países como China, Sudáfrica y Cuba para la aprobación del cese de hostilidades en Ucrania han mantenido un posicionamiento de neutralidad en el sur global, representado un obstáculo para el establecimiento de mayores sanciones a Rusia por la violación de los principios del derecho internacional.

Hoy este obstáculo se hace imposible de sobrellevar por parte de Occidente al evidenciar las inconsistencias entre el legítimo derecho de defensa de Ucrania v/s las violaciones al derecho internacional de parte de Israel en contra Palestina; y  con  países del Sur Global solidarizando de manera pronunciada con la causa palestina (tanto en sus representaciones estatales como en las masivas protestas en las calles), citando estos dobles estándares de las democracias occidentales ante la respuesta selectiva a la agresión y el uso de la fuerza asimétrica de Israel, la batalla mediática para la condena de Rusia se extingue de inmediato.

De acuerdo con el politólogo estadounidense John Mearsheimer, los estados poderosos pueden mantener políticas defectuosas durante bastante tiempo, pero la realidad no puede ignorarse para siempre. En este sentido, la poderosa influencia de Israel en la política Estadounidense, y en menor medida en la Unión Europea, expone los límites de una alianza histórica, testeando las fundaciones éticas de sus sistemas democráticos.

En especial, la escala del conflicto y su impacto humanitario, hace imposible negar un debate sobre la doble moral y el derecho de libertad y autodeterminación de un pueblo oprimido. Abriendo la discusión si desde el Sur Global se crearán y reforzarán nuevos estamentos que generen respuestas colectivas frente a estos eventos (tanto a nivel político como económico) o reforzarán los ya existentes. El crecimiento de los BRICS es, hasta el momento, el principal canalizador de estas inquietudes, principalmente en su búsqueda por establecer dinámicas globales equilibradas. Sin embargo, otras organizaciones (entendiendo las diferencias en sus respectivos objetivos) como el Movimiento de Países no Alineados han nacido para decaer sin ser un agente de peso frente a los hegemones globales.


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